Mascarillas de miel para todas

La miel es uno de los alimentos más completos y nutritivos que nos ofrece la naturaleza, pero además, sus propiedades la convierten en aliada perfecta en cualquier tratamiento que persiga mejorar el aspecto de la piel. Utilizada desde la antigüedad como cosmético casi milagroso, sea cual sea tu tipo de piel, tienes sus beneficios al alcance de la mano.

Considerada auténtico “néctar de dioses” durante siglos, la miel es un maravilloso producto de la naturaleza no sólo beneficioso para la salud sino con múltiples propiedades que la hacen idónea para tratar problemas cutáneos como la sequedad y descamación, el exceso de grasa, el acné o la falta de luminosidad.

Su agradable textura, olor y color dorado (olvidemos su sabor para evitar “tentaciones”) hacen que sea un magnífico ingrediente incluido en numerosos productos cosméticos que también resulta perfecto para elaborar mascarillas caseras de excelente resultado.

Las principales características que convierte este manjar en elixir de juventud son:
  • Es muy rica en vitaminas y minerales.
  • Su composición incluye aminoácidos y enzimas que aportan vitalidad al tejido celular.
  • Posee un alto poder antioxidante (frena la acción de los radicales libres).
  • Tiene propiedades cicatrizantes y humectantes.
Una mascarilla para cada necesidad

En combinación con otros alimentos como el huevo, el yogur y distintas frutas y cereales, la miel se convierte en la base perfecta para elaborar mascarillas capaces de mejorar en gran medida el aspecto de la piel. Hidratar, nutrir en profundidad, limpiar y exfoliar son algunas de las acciones que pueden conseguirse sin necesidad de gastar mucho dinero y utilizando productos a nuestro alcance.

Antes de aplicar cualquier mascarilla es importante recordar la necesidad de realizar una mínima prueba para confirmar que no somos alérgicas a ninguno de los ingredientes (extendiendo un poco de la misma en una pequeña parte del cuerpo o rostro).

A la hora de aplicarla, pueden utilizarse los propios de dedos o bien un algodón o disco desmaquillante (en el caso de mascarillas con alto contenido líquido). La cara debe estar perfectamente limpia y es recomendable realizar un baño de vapor, de unos minutos, previamente a la aplicación para facilitar la penetración de todos los ingredientes activos.

La mascarilla se extiende realizando movimientos circulares empezando por la frente y nariz, descendiendo a pómulos, mejillas y barbilla, y por último (y muy importante) acabando en el cuello. Para retirarla, lo más conveniente es hacerlo con suavidad y agua templada. Como norma general, las mascarillas a base de miel son recomendables cada 10-15 días.

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